Sarah Reinertsen
Nació con una pierna que nunca alcanzaría al resto de su cuerpo, con un defecto congénito no hereditario conocido como deficiencia focal proximal femoral. Reinertsen solo quería encajar, algo difícil de hacer cuando se decidió que su pierna debía amputarse. Tenía siete años. Cuando vio que sus compañeros se inscribían en fútbol, le rogó a su mamá que le comprara un uniforme y le diera la oportunidad de jugar. Y aunque sus padres tenían prohibido el uso de las palabras “no puedo” en su casa, no es mucho lo que podían hacer si el entrenador la mandaba sola a patear el balón contra una pared. Eso se convertiría en una metáfora de su vida, un mensaje que hace eco en prácticamente todo lo que Reinertsen se propone. Los jóvenes deben alcanzar sus metas sin importar lo que les digan los demás, recalca.
A los once, encontró su juego. Reinertsen estaba en una carrera de diez mil metros con su papá y su hermano cuando vio pasar a un atleta con una pierna artificial. “No podía creer lo que estaba viendo, me di cuenta que era posible”, aseguró Reinertsen.
Regresó a casa, se puso unas deportivas y se enseñó a sí misma a correr. Muy pronto, tenía un entrenador y estaba ganando medallas en carreras de relevos de corta distancia. Para cuando cumplió 16, estaba compitiendo en los Paralímpicos de Barcelona. Se tropezó a la entrada y se sintió tan derrotada que regresó a casa y guardó sus zapatos durante dos años.
“Pasé mucho tiempo sintiéndome incómoda conmigo misma”, dijo. Para su segundo año de universidad en la Universidad George Washington, se dio cuenta de que le hacía falta correr y centró su atención en las maratones. “Correr me enseñó a ver mi cuerpo como un todo”, dijo. El premio era correr en la Maratón de la ciudad de Nueva York de 1997. Su entrenador corrió a su lado con una pierna de repuesto en brazos. Llegó a la línea de meta seis horas y media después.
Como atleta, Reinertsen halló fe en el lugar al que podía ir su cuerpo. El año de la maratón, conoció a un hombre al que le faltaba una pierna que se iba para Hawái a la competencia Ironman. A Reinertsen le encantaba ver la carrera en televisión y se convirtió en su obsesión instantáneamente. Solo había dos problemas. Aunque tenía la parte de carrera bajo control, no tenía idea de cómo montar en bicicleta y lo más que conocía de la natación era flotar en el estrecho de Long Island cuando era niña.
Pero asumió el reto. Comenzó con la bicicleta, practicando en su apartamento de Brooklyn. Nadar fue un reto mayor. Había una piscina a pocas cuadras de su casa. Pero cada vez que se bajaba del subterráneo se encontraba a la gente mirando fijamente a un mendigo cojo en la plataforma. Esa imagen tan intensa hizo imposible que pensara en ir a la piscina, quitarse la pierna metálica y lanzarse al agua. En cambio, tomaría un desvío de camino a casa y se acostaría en el sofá con medio litro de helado Ben and Jerry’s. Esa rutina diaria le tomó un año. Se convenció a sí misma de que debía regresar a la piscina, quince minutos cada vez durante otro año. Trasladarse de Nueva York a California facilitó el entrenamiento al aire libre. Para 2004, estaba en camino a Hawái. Llevaba doce años entrenando.
Reinertsen aprovechó la resistencia que tenía para la carrera, aunque se le pidió que se retirara porque tardó quince minutos más en el tramo de ciclismo. Ese asunto inconcluso la llevó de vuelta al reto Ironman un año después, cuando terminé en 15 horas y 5 minutos y se convirtió en la primera mujer con una pierna prostética en ganar la codiciada triatlón. “Cuatrocientas personas que andaban en dos piernas llegaron después que yo”, aseguró Reinertsen. “Fue una sensación fabulosa”.
Un año después, fue invitada a una audición en The Amazing Race y ganó un puesto para la gira mundial. Los seguidores de este programa de telerrealidad llegaron a conocer a Sarah Reinertsen por sus aventuras en China, Mongolia, India, Vietnam y Kuwait. La carrera terminó para Reinertsen y su pareja en Kuwait cuando se perdieron y terminaron en medio de una turba que presenciaba una decapitación.
Reinertsen recibió un título en periodismo audiovisual, produjo un programa de televisión sobre atletas olímpicos, trabajó con la Challenged Athletes Foundation, una organización que apoya a atletas con discapacidades y para una empresa que fabrica prótesis. En estos días, tiene una agitada carrera como conferencista motivadora y con frecuencia se presta para pruebas de generaciones futuras de prótesis de pierna. También pasa algo de tiempo visitando amputados en el Centro médico del ejército Walter Reed.
Fuentes: http://www.discapacidadonline.com
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